A sus 20 años Alex trabajaba de camarero en el bar donde Pere iba a tomar su segundo desayuno. Muchas veces Pere iba solo y repasaba las noticias de la prensa diaria que estaba a disposición de los clientes por deferencia del bar.
Alex era un inmigrante de Guinea Ecuatorial que había aprendido español en las escuelas de su país natal, eso le dio cierta ventaja para encontrar trabajo en Barcelona. Era su primer trabajo. Se fijo en Pere porque era una persona seria, elegante y atractiva, que le hablaba en catalán. Al principio eso le causó alguna dificultad, ya que tuvo que advertirle que no le entendía, y le costó un poco hacerlo. Pere se interesó por saber de donde era y cuanto tiempo llevaba en Barcelona, luego le preguntó si le gustaría aprender catalán a lo que Alex respondió que sí con una gran sonrisa. A partir de ese día Pere le pedía las cosas en castellano y luego se las repetía en catalán de forma que el chico fue haciendo pequeños progresos en el idioma vernácula de Pere.
Alex era un chico guapo, alegre y simpático que poco a poco se fue ganando la confianza de Pere. Un día al salir del trabajo se encontraron en el metro y se pusieron a hablar. Pere como siempre le iba repitiendo todo le que decía en catalán y el chico se atrevió a responderle alguna cosa en el mismo idioma. Bajaron en la misma estación y Pere le invitó a tomar algo.
Pere, estaba a punto de cumplir los cuarenta, vivía solo, aunque antes hubiera tenido pareja un par de veces ahora estaba sin compromiso. Al día siguiente en el bar Pere le propuso al chico de darle clases de catalán un par de días ala semana al final de la tarde cuando volviera a casa. El chico se quedó pensativo y le dijo que no tenía con que pagarle. Con tu amistad ya es suficiente le dijo Pere. Y quedaron en verse al atardecer en el mismo bar donde terminaron la jornada tomando algo el día anterior.
Pere apareció con unos libros y empezaron un curso de catalán en toda regla. El progreso de Alex fue significativo. Cierto día Alex le pidió que no dieran la siguiente clase que lo quería invitar a cenar para celebrar su cumpleaños. Quedaron en encontrarse una hora más tarde de la que solían dar la clase allí, en el bar donde la daban.
Pere estaba ya esperando cuando llegó Alex, ambos iban recién duchados y con ropa limpia i planchada para la ocasión. Alex se había vestido con sus mejores prendas. Pere le dio un paquetito que llevaba en la mano, al tiempo que le felicitaba el cumpleaños por segunda vez, ya que por la mañana a la hora del desayuno lo había hecho por primera vez discretamente, sin que nadie le oyera. El paquetito contenía una novela en catalán de Mercè Rodoreda, La plaça del Diamant. Alex se lo agradeció mucho y mostró en su cara una profunda alegría.
Se fueron a cenar juntos a un restaurante más bien barato donde Alex sabía que se comía muy bien, y Pere invitó a una botella del mejor vino de la carta. Hablaron sin parar de esto y de aquello y de lo otro. De sus vidas, de sus proyectos, de sus frustraciones... Les pasó el tiempo volando y tuvieron que irse cuando iban a cerrar.
Mientras salían del restaurante Alex, pensado en ir a tomar una copa, le preguntó a Pere si le gustaba el whisky. Mucho, le dijo Pere. El chico prosiguió diciendo a mi también aunque yo solo he probado el que hay en el bar donde trabajo. A veces pienso que un buen escocés, uno de esos de malta, debe ser una maravilla, pero no me llega el presupuesto para probarlo. Pues en mi casa tengo una botella de uno que me parece que es de los mejores, por no decir el mejor, me lo trae mi hermano que vive en Escocia. Es de una de esas destilerías familiares artesanas que elaboran whisky para paladares exigentes. Debe ser una maravilla. Mientras decía eso la cara de Alex delataba sus ganas de probarlo aunque no se atrevió a pedirlo. Pere lo percibió y le propuso, ¿Quieres venir a probarlo?. Es tarde y tendrás que acostarte. No me va venir de media hora, además hoy es tu cumple... Sería un buen final de fiesta. Vale, pero solo un momento y me voy.
Fueron a la casa de Pere, al entrar Alex quedó impresionado del buen gusto con que su amigo había decorado la casa, lo limpio y ordenado que estaba todo y lo confortable que resultaba. Al llegar al salón, Alex, que ya admiraba a Pere por su bondad y que le estaba muy agradecido por todo lo que había hecho por él, sintió que amaba a ese hombre y que ya no podría vivir sin él. Se acomodó en el sofá. Pere preparó un par de copas. Brindaron por sus 21 años y dieron un primer sorbo a aquel aguardiente que le pareció algo celestial. Sin poder evitarlo Alex besó a Pere en la mejilla y le dijo gracias. Pere se lo quedo mirando con una expresión en la cara que desvelaba un sentimiento correspondido. Se besaron como adolescentes primerizos, luego como amantes y como una cosa lleva a otra se despertaron al día siguiente abrazados en la cama de Pere sin avergonzarse por su desnudez después de haber gozado juntos de las mieles de sus cuerpos.
Trasladaron las sesiones de clase del bar al salón de Pere. Algunas veces acababan en la cama, cada vez con más frecuencia... Empezaron a proyectar una vida de pareja. Alex seguía viviendo en su casa, aunque faltara algunas noches, y trabajando en el bar donde desayunaba Pere. Las clases pasaron a ser largas y extensas conversaciones en catalán, en las que Pere corregía los errores del chico, haciendo hincapié en los más frecuentes y en los más críticos. Ambos las aprovechaban para contarse de todo hasta lo más íntimo y para hacer proyectos.
Un día Alex le llamó por teléfono y le dijo que estaba en el aeropuerto, que se tenía que ir a Guinea, su padre estaba muy enfermo y le necesitaban. Que le mandaría un email cuando se hubiera instalado.
A los pocos días Pere recibió el email prometido. Le daba un número de móvil al que le podía llamar. Le contaba con más detalle el problema de su padre y de su familia le decía que volvería en un mes a mucho tardar. El mes se transformó en un trimestre. Llamarle resultaba complicado, la tecnología de Guinea hacía que costara conseguir línea y cuando lo conseguía costaba que Alex respondiera, una veces porque estaba ocupado y su familia que no sabía nada de su relación, otras porque estaba en la calle y Alex no podía llevar el móvil por la calle porque sabía del alto riesgo de que se lo robasen, así que solían hablar como mucho una o dos veces por semana. En todas las ocasiones se decían lo mucho que se amaban y lo mucho que se echaban de menos.
Un día Alex le dijo que volvía, que venía en avión y llegaría un sábado de ese mismo mes de mayo. Justo ese día Pere tenía un compromiso ineludible, iba a ser padrino en la boda de un amigo y no podía ir al aeropuerto a buscarle. Quedaron en que Alex al pisar el suelo español le mandaría un SMS y que al día siguiente, el domingo, comerían juntos. Ese sábado no llegó el SMS, el domingo tampoco, y no se vieron a comer. Por la tarde Pere llamó a Alex varias veces a su móvil español: "desconectado o fuera de cobertura", llamó también varias veces al móvil de Guinea: "desconectado o fuera de cobertura". Le mando diversos emails para que se pusiera en contacto con él. Pronto cayó en la cuenta que ni siquiera sabía donde vivía Alex en Barcelona, o sea que no podía ir a su casa a interesarse por él. En el bar tampoco sabían nada. Le dijeron que habían hablado con el por teléfono, que les había llamado para reincorporarse esa misma semana, pero que no había aparecido y que no sabían nada más.
Al principio Pere estuvo triste por la desesperación de no poder hacer nada por saber de su chico, de su amor. Pensó en ir a Guinea. Malabo es muy grande y no sabría por donde empezar, pensó, pero fue. El apellido de Alex era muy corriente en Malabo, había miles de familias con ese apellido, las visitó a todas (bueno, a todas las que pudo) y puso anuncios en la prensa, la radio y la tele... Le expulsaron del país cuando expiró su permiso de turista y tuvo que volver con las manos vacías. Lo volvió a probar unas cuantas veces en distintos viajes, pero no obtuvo nada y hasta hoy no hay noticia de que Pere haya sabido nada más de Alex.
Un abrazo.
Alex era un inmigrante de Guinea Ecuatorial que había aprendido español en las escuelas de su país natal, eso le dio cierta ventaja para encontrar trabajo en Barcelona. Era su primer trabajo. Se fijo en Pere porque era una persona seria, elegante y atractiva, que le hablaba en catalán. Al principio eso le causó alguna dificultad, ya que tuvo que advertirle que no le entendía, y le costó un poco hacerlo. Pere se interesó por saber de donde era y cuanto tiempo llevaba en Barcelona, luego le preguntó si le gustaría aprender catalán a lo que Alex respondió que sí con una gran sonrisa. A partir de ese día Pere le pedía las cosas en castellano y luego se las repetía en catalán de forma que el chico fue haciendo pequeños progresos en el idioma vernácula de Pere.
Alex era un chico guapo, alegre y simpático que poco a poco se fue ganando la confianza de Pere. Un día al salir del trabajo se encontraron en el metro y se pusieron a hablar. Pere como siempre le iba repitiendo todo le que decía en catalán y el chico se atrevió a responderle alguna cosa en el mismo idioma. Bajaron en la misma estación y Pere le invitó a tomar algo.
Pere, estaba a punto de cumplir los cuarenta, vivía solo, aunque antes hubiera tenido pareja un par de veces ahora estaba sin compromiso. Al día siguiente en el bar Pere le propuso al chico de darle clases de catalán un par de días ala semana al final de la tarde cuando volviera a casa. El chico se quedó pensativo y le dijo que no tenía con que pagarle. Con tu amistad ya es suficiente le dijo Pere. Y quedaron en verse al atardecer en el mismo bar donde terminaron la jornada tomando algo el día anterior.
Pere apareció con unos libros y empezaron un curso de catalán en toda regla. El progreso de Alex fue significativo. Cierto día Alex le pidió que no dieran la siguiente clase que lo quería invitar a cenar para celebrar su cumpleaños. Quedaron en encontrarse una hora más tarde de la que solían dar la clase allí, en el bar donde la daban.
Pere estaba ya esperando cuando llegó Alex, ambos iban recién duchados y con ropa limpia i planchada para la ocasión. Alex se había vestido con sus mejores prendas. Pere le dio un paquetito que llevaba en la mano, al tiempo que le felicitaba el cumpleaños por segunda vez, ya que por la mañana a la hora del desayuno lo había hecho por primera vez discretamente, sin que nadie le oyera. El paquetito contenía una novela en catalán de Mercè Rodoreda, La plaça del Diamant. Alex se lo agradeció mucho y mostró en su cara una profunda alegría.
Se fueron a cenar juntos a un restaurante más bien barato donde Alex sabía que se comía muy bien, y Pere invitó a una botella del mejor vino de la carta. Hablaron sin parar de esto y de aquello y de lo otro. De sus vidas, de sus proyectos, de sus frustraciones... Les pasó el tiempo volando y tuvieron que irse cuando iban a cerrar.
Mientras salían del restaurante Alex, pensado en ir a tomar una copa, le preguntó a Pere si le gustaba el whisky. Mucho, le dijo Pere. El chico prosiguió diciendo a mi también aunque yo solo he probado el que hay en el bar donde trabajo. A veces pienso que un buen escocés, uno de esos de malta, debe ser una maravilla, pero no me llega el presupuesto para probarlo. Pues en mi casa tengo una botella de uno que me parece que es de los mejores, por no decir el mejor, me lo trae mi hermano que vive en Escocia. Es de una de esas destilerías familiares artesanas que elaboran whisky para paladares exigentes. Debe ser una maravilla. Mientras decía eso la cara de Alex delataba sus ganas de probarlo aunque no se atrevió a pedirlo. Pere lo percibió y le propuso, ¿Quieres venir a probarlo?. Es tarde y tendrás que acostarte. No me va venir de media hora, además hoy es tu cumple... Sería un buen final de fiesta. Vale, pero solo un momento y me voy.
Fueron a la casa de Pere, al entrar Alex quedó impresionado del buen gusto con que su amigo había decorado la casa, lo limpio y ordenado que estaba todo y lo confortable que resultaba. Al llegar al salón, Alex, que ya admiraba a Pere por su bondad y que le estaba muy agradecido por todo lo que había hecho por él, sintió que amaba a ese hombre y que ya no podría vivir sin él. Se acomodó en el sofá. Pere preparó un par de copas. Brindaron por sus 21 años y dieron un primer sorbo a aquel aguardiente que le pareció algo celestial. Sin poder evitarlo Alex besó a Pere en la mejilla y le dijo gracias. Pere se lo quedo mirando con una expresión en la cara que desvelaba un sentimiento correspondido. Se besaron como adolescentes primerizos, luego como amantes y como una cosa lleva a otra se despertaron al día siguiente abrazados en la cama de Pere sin avergonzarse por su desnudez después de haber gozado juntos de las mieles de sus cuerpos.
Trasladaron las sesiones de clase del bar al salón de Pere. Algunas veces acababan en la cama, cada vez con más frecuencia... Empezaron a proyectar una vida de pareja. Alex seguía viviendo en su casa, aunque faltara algunas noches, y trabajando en el bar donde desayunaba Pere. Las clases pasaron a ser largas y extensas conversaciones en catalán, en las que Pere corregía los errores del chico, haciendo hincapié en los más frecuentes y en los más críticos. Ambos las aprovechaban para contarse de todo hasta lo más íntimo y para hacer proyectos.
Un día Alex le llamó por teléfono y le dijo que estaba en el aeropuerto, que se tenía que ir a Guinea, su padre estaba muy enfermo y le necesitaban. Que le mandaría un email cuando se hubiera instalado.
A los pocos días Pere recibió el email prometido. Le daba un número de móvil al que le podía llamar. Le contaba con más detalle el problema de su padre y de su familia le decía que volvería en un mes a mucho tardar. El mes se transformó en un trimestre. Llamarle resultaba complicado, la tecnología de Guinea hacía que costara conseguir línea y cuando lo conseguía costaba que Alex respondiera, una veces porque estaba ocupado y su familia que no sabía nada de su relación, otras porque estaba en la calle y Alex no podía llevar el móvil por la calle porque sabía del alto riesgo de que se lo robasen, así que solían hablar como mucho una o dos veces por semana. En todas las ocasiones se decían lo mucho que se amaban y lo mucho que se echaban de menos.
Un día Alex le dijo que volvía, que venía en avión y llegaría un sábado de ese mismo mes de mayo. Justo ese día Pere tenía un compromiso ineludible, iba a ser padrino en la boda de un amigo y no podía ir al aeropuerto a buscarle. Quedaron en que Alex al pisar el suelo español le mandaría un SMS y que al día siguiente, el domingo, comerían juntos. Ese sábado no llegó el SMS, el domingo tampoco, y no se vieron a comer. Por la tarde Pere llamó a Alex varias veces a su móvil español: "desconectado o fuera de cobertura", llamó también varias veces al móvil de Guinea: "desconectado o fuera de cobertura". Le mando diversos emails para que se pusiera en contacto con él. Pronto cayó en la cuenta que ni siquiera sabía donde vivía Alex en Barcelona, o sea que no podía ir a su casa a interesarse por él. En el bar tampoco sabían nada. Le dijeron que habían hablado con el por teléfono, que les había llamado para reincorporarse esa misma semana, pero que no había aparecido y que no sabían nada más.
Al principio Pere estuvo triste por la desesperación de no poder hacer nada por saber de su chico, de su amor. Pensó en ir a Guinea. Malabo es muy grande y no sabría por donde empezar, pensó, pero fue. El apellido de Alex era muy corriente en Malabo, había miles de familias con ese apellido, las visitó a todas (bueno, a todas las que pudo) y puso anuncios en la prensa, la radio y la tele... Le expulsaron del país cuando expiró su permiso de turista y tuvo que volver con las manos vacías. Lo volvió a probar unas cuantas veces en distintos viajes, pero no obtuvo nada y hasta hoy no hay noticia de que Pere haya sabido nada más de Alex.
Un abrazo.
4 comentarios:
Está bien, pero el final un poco desesperante jaja
Un abrazo!! ^^
Ooooh...el final es triste...pero es una buena historia :)
Es muy triste este relato y enamorarse y no volver a saber nada de la persona debe ser una pesadilla, una bonita historia con un final sin final.
Un saludo.
Marcos Dreamer, Flecha azul, y Jared: La historia está inspirada en hechos reales, pero el final es falso. La verdad es que Alex se quedó en uno de los aeropuertos de enlace sin poder tomar el avión en un sentido ni en otro y sin dinero para nada, sin embargo acabó reuniéndose con Pere unas semanas más tarde... Y en estos momentos creo que son muy felices juntos.
Pero en mi historia hay dos elementos a considerar: la inmigración que deja a las personas siempre en una situación de desventaja y el amor homosexual que... bueno eso ya lo sabéis. Por eso pensé que la mejor denuncia era un final trágico e injusto. La foto que ilustra la historia lo apunta.
Muchas gracias por haberos pasado y muy especialmente por el comentario.
Un abrazo.
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