Creo que si hay alguna discrepancia de opiniones realmente fuerte en el mundo homosexual y transexual es la celebración del Orgullo LGTB ¿A favor o en contra?
Personalmente, todo el que me conoce sabe que mi opinión es claramente en contra. En contra de lo que es ahora, y de la imagen que da de nosotros como colectivo. Y aunque esto no es más que una opinión personal, no hace falta remontarse mucho en el pasado para ver cómo ha cambiado el Orgullo en unas décadas.
Hace unos meses estuve de viaje en Nueva York con mis padres, y no pude menos que arrastrar a mi padre para poder hacer una visita al lugar donde empezó todo, pongámonos en situación:
Corría la década de los 60. La ciudad de Nueva York se preparaba para su Feria Mundial en 1964, y su alcalde Robert F. Wagner, Jr. , trataba de limpiar la ciudad de bares gays y otros locales mal vistos por la moral dominante para así darle un lavado de cara a la ciudad. Se revocó la licencia para servir alcohol de todos los establecimientos, convirtiendo así el beber alcohol en una actividad tan clandestina como la homosexualidad.
Policías vestidos de paisano se paseaban por la ciudad tratando de sacar de las calles al máximo número posible de homosexuales, deteniéndolos muchas veces por delitos a los que ellos mismos incitaban. La mayoría de las ocasiones, un agente encubierto entablaba una conversación con un hombre en un parque o similar, y si el sujeto aceptaba una bebida, o la conversación derivaba en la posibilidad de mantener relaciones, era inmediatamente detenido.
Para más INRI, la mayoría de los abogados rechazaban estos casos, que consideraban indeseables, y ofrecían descuentos en sus honorarios a los policías implicados en estos casos.
El Greenwich Village, un pequeño barrio al Sur de Nueva York, era un más que inseguro refugio para homosexuales y otro tipo de parias sociales. Las redadas en los bares eran frecuentes, incluso teniendo en cuenta que la mayoría de los bares eran propiedad de la mafia y sobornaban a la policía.
El Stonewall Inn era un bar propiedad de la familia Genovese (una de las familia mafiosas de Nueva York) Aunque sus dueños no eran gays, uno de los mayores atractivos de aquel bar era su pista de baile, lo que lo hacía muy popular entre el público homosexual masculino, aunque también era frecuentado por el público lésbico.
La noche del 28 de junio de 1969 se produjo una redada que en principio no era distinta de cualquier otra. Aquella noche había en el bar unas 200 personas. El procedimiento normal consistía en poner a hombres y mujeres en filas, y aquellos que no tenían identificación, o llevaban puestas prendas del sexo opuesto, eran arrestados automáticamente.
Pero no esa noche. Nadie se explica aún muy bien porqué, pero esa noche las mujeres se negaron a ir a los baños para que su identidad sexual fuese comprobada. Los hombres empezaron a negarse a mostrar sus identificaciones y la policía decidió mandarlos a todos a la comisaria. Cuando los refuerzos llegaron, una muchedumbre que multiplicaba por 10 al número de detenidos se agolpaba en la puerta. El ambiente se caldeó aún más cuando algunos policías empezaron a manosear indebidamente a las lesbianas detenidas. De repente, ante el grito “¿Por qué no hacen algo?” de una de las detenidas, la mecha prendió.
Todos a una, convertidos en una multitud con una única voz como jamás se habían sentido antes, alguien dijo “¡PODER GAY!’” y “¡Venceremos!” (“We shall overcome!”). Así, por primera vez en la historia, el colectivo homosexual se lanzaba a la lucha, a la conquista de sus derechos.
Todo aquello susceptible de ser usado como arma lo fue. Todo aquello que pudo ser lanzado voló. No había una intención, no había un emblema ni un lema, sólo un sentimiento implantado: Esta noche no vais a ganar.
A continuación cito un testimonio de Michael Farder absolutamente sobrecogedor:
La siguiente noche a los disturbios fue histórica: El colectivo tomó la calle. De estar escondidos, en bares a los que se pasaba bajo invitación, en callejones oscuros y parques poco iluminados, de repente, homosexuales y transexuales salieron a la luz. Estaban fuera. Habían tirado de una patada la puerta del armario.
Después de esto siguieron años de manifestaciones, redadas, asociaciones clandestinas y una lucha histórica que sería demasiado larga de contar en este artículo.
Visto esto, sólo me queda, desde aquí, rendir este pequeño homenaje a aquellos héroes que un día dijeron “basta”.
Que su memoria no sea olvidada.
Personalmente, todo el que me conoce sabe que mi opinión es claramente en contra. En contra de lo que es ahora, y de la imagen que da de nosotros como colectivo. Y aunque esto no es más que una opinión personal, no hace falta remontarse mucho en el pasado para ver cómo ha cambiado el Orgullo en unas décadas.
Hace unos meses estuve de viaje en Nueva York con mis padres, y no pude menos que arrastrar a mi padre para poder hacer una visita al lugar donde empezó todo, pongámonos en situación:
Corría la década de los 60. La ciudad de Nueva York se preparaba para su Feria Mundial en 1964, y su alcalde Robert F. Wagner, Jr. , trataba de limpiar la ciudad de bares gays y otros locales mal vistos por la moral dominante para así darle un lavado de cara a la ciudad. Se revocó la licencia para servir alcohol de todos los establecimientos, convirtiendo así el beber alcohol en una actividad tan clandestina como la homosexualidad.
Policías vestidos de paisano se paseaban por la ciudad tratando de sacar de las calles al máximo número posible de homosexuales, deteniéndolos muchas veces por delitos a los que ellos mismos incitaban. La mayoría de las ocasiones, un agente encubierto entablaba una conversación con un hombre en un parque o similar, y si el sujeto aceptaba una bebida, o la conversación derivaba en la posibilidad de mantener relaciones, era inmediatamente detenido.
Para más INRI, la mayoría de los abogados rechazaban estos casos, que consideraban indeseables, y ofrecían descuentos en sus honorarios a los policías implicados en estos casos.
El Greenwich Village, un pequeño barrio al Sur de Nueva York, era un más que inseguro refugio para homosexuales y otro tipo de parias sociales. Las redadas en los bares eran frecuentes, incluso teniendo en cuenta que la mayoría de los bares eran propiedad de la mafia y sobornaban a la policía.
El Stonewall Inn era un bar propiedad de la familia Genovese (una de las familia mafiosas de Nueva York) Aunque sus dueños no eran gays, uno de los mayores atractivos de aquel bar era su pista de baile, lo que lo hacía muy popular entre el público homosexual masculino, aunque también era frecuentado por el público lésbico.
La noche del 28 de junio de 1969 se produjo una redada que en principio no era distinta de cualquier otra. Aquella noche había en el bar unas 200 personas. El procedimiento normal consistía en poner a hombres y mujeres en filas, y aquellos que no tenían identificación, o llevaban puestas prendas del sexo opuesto, eran arrestados automáticamente.
Pero no esa noche. Nadie se explica aún muy bien porqué, pero esa noche las mujeres se negaron a ir a los baños para que su identidad sexual fuese comprobada. Los hombres empezaron a negarse a mostrar sus identificaciones y la policía decidió mandarlos a todos a la comisaria. Cuando los refuerzos llegaron, una muchedumbre que multiplicaba por 10 al número de detenidos se agolpaba en la puerta. El ambiente se caldeó aún más cuando algunos policías empezaron a manosear indebidamente a las lesbianas detenidas. De repente, ante el grito “¿Por qué no hacen algo?” de una de las detenidas, la mecha prendió.
Todos a una, convertidos en una multitud con una única voz como jamás se habían sentido antes, alguien dijo “¡PODER GAY!’” y “¡Venceremos!” (“We shall overcome!”). Así, por primera vez en la historia, el colectivo homosexual se lanzaba a la lucha, a la conquista de sus derechos.
Todo aquello susceptible de ser usado como arma lo fue. Todo aquello que pudo ser lanzado voló. No había una intención, no había un emblema ni un lema, sólo un sentimiento implantado: Esta noche no vais a ganar.
A continuación cito un testimonio de Michael Farder absolutamente sobrecogedor:
“Todos teníamos un sentimiento colectivo de que habíamos soportado lo suficiente de esta mierda. No era nada tangible que alguien le hubiera dicho a otro, era algo así como que todo lo que había ocurrido a través de los años se había acumulado en esa noche específica y en ese lugar específico, y no fue una manifestación organizada... Todos en la muchedumbre sentimos que nunca íbamos a volver. Era como el colmo. Era hora de reclamar algo que siempre se nos había arrebatado... Todo tipo de personas, todo tipo de motivos, pero más que nada era total indignación, enfado, pena, todo combinado y como que todo siguió su curso. Era la policía la que hacía la mayor parte de la destrucción.
Nosotros realmente estábamos tratando de volver a entrar y escaparnos. Y sentimos que por fin teníamos libertad, o libertad para por lo menos demostrar que exigíamos libertad. Ya no íbamos a caminar sumisamente por las noches y dejar que se metieran con nosotros. Nos mantuvimos en nuestros trece por primera vez y eso fue lo que sorprendió a la policía. Había algo en el aire, libertad que hacía falta hacía mucho tiempo, e íbamos a luchar por ella. Se manifestó en dos formas diferentes, pero el resultado final era que no íbamos a ceder. Y no lo hicimos.”
La siguiente noche a los disturbios fue histórica: El colectivo tomó la calle. De estar escondidos, en bares a los que se pasaba bajo invitación, en callejones oscuros y parques poco iluminados, de repente, homosexuales y transexuales salieron a la luz. Estaban fuera. Habían tirado de una patada la puerta del armario.
Después de esto siguieron años de manifestaciones, redadas, asociaciones clandestinas y una lucha histórica que sería demasiado larga de contar en este artículo.
Visto esto, sólo me queda, desde aquí, rendir este pequeño homenaje a aquellos héroes que un día dijeron “basta”.
Que su memoria no sea olvidada.
1 comentarios:
A mi me parece que desgraciadamente aún tenemos que seguir luchando por nuestros derechos y contra la discriminación y aunque me pasa como a ti que no me gustan esas desfiladas del orgullo gay, creo que hay seguir recordándoles a los demás esos hechos de Stonewall Inn.
Un buen post.
Un abrazo.
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