Muchas personas en sus relaciones con los demás, cuando esos les importan por la razón que sea, lo que pretenden es en cierta forma educarlos, y lo que en realidad se plantean es cómo "conseguir que haga lo que yo quiero y deje de molestarme con sus manías". Y eso no es aceptar a los demás tal y como son.
Tener la razón convive en nuestros esquemas mentales como una relación binaria: de 'tenerla' o 'no tenerla'. O sea una categoría única, inequívoca e innegociable. Y conduce a una estructura de pensamiento de 'ganar/perder' y a una búsqueda irascible de un cómo mágico en la forma de ganar. Cuando en realidad la razón es relativa y por eso se negocia. La 'razón' en nuestras relaciones, para conseguir tener a los demás contentos de verdad, consiste en solucionar el 'conflicto', buscando el beneficio para las dos partes buscando convertir el 'ganar/perder' en 'ganar/ganar', mientras cualquier otra posición mental va en contra el objetivo último de nuestras relaciones con los demás. Todas las demás posturas frente a la razón conllevan la necesidad de utilizar el poder y no la negociación. No se trata de darle la razón o de ceder siempre sino de saber encontrar una manera eficaz de relacionarnos satisfactoriamente con los demás.
No olvidemos que solo hay posibilidad de conflicto cuando hay intereses comunes, cuando todo o una parte de lo que nos interesa también interesa a otro o a otros (por ejemplo, en la cola del cine quiero llegar cuanto antes a la taquilla quizás con la idea de conseguir el mejor sitio de la sala, así que no queremos que se nos cuele nadie) o bien cuando lo que nos interesa interfiere total o parcialmente en los intereses de ese otro o de esos otros (por ejemplo, mi empresa tendría que estar interesada en que yo estuviera contento con mi salario para que yo tenga interés en hacer mi trabajo lo mejor que sepa y lo más rápido que pueda. Y viceversa).
Lo enriquecedor en una discusión no es la solidez de las razones que uno aporta, no es ganar o perder, lo que puede enriquecer a cada uno de los contertulios es la solidez y las ideas aportadas por las razones y puntos de vista de los otros. Por eso creo que lo mejor en las discusiones es escuchar, analizar las aportaciones de los demás y buscar los puntos débiles tanto en las razones propias como en las de los demás.
Aunque nos digan que todos somos iguales, eso es mentira. Todos debemos ser iguales ante la ley, pero todos somos distintos, no hay dos personas iguales, incluso esos gemelos que cuesta diferenciar a simple vista, son distintos. Y nos gusta que nos reconozcan por eso, por nuestras diferencias, y queremos ser tratados diferente porque lo que nos caracteriza son esas diferencias. Lo que le vale a una persona, lo que la hace sentir bien tratada, son aquellas atenciones 'especiales' que tenemos con ella, aquello que marca la diferencia de trato. Los que hemos pasado por el ejercito sabemos lo poco que nos gusta que nos traten a todos igual, como si todos fuéramos idénticos.
Y al final somos lo que somos y creemos ser. (Tendemos a reforzar la imagen que tenemos de nosotros mismos.)
Un abrazo.
(La mayor parte de este texto está sacando del libro Clientes contentos de verdad: claves para comprender a clientes y a usuarios de Joan Elias)
Tener la razón convive en nuestros esquemas mentales como una relación binaria: de 'tenerla' o 'no tenerla'. O sea una categoría única, inequívoca e innegociable. Y conduce a una estructura de pensamiento de 'ganar/perder' y a una búsqueda irascible de un cómo mágico en la forma de ganar. Cuando en realidad la razón es relativa y por eso se negocia. La 'razón' en nuestras relaciones, para conseguir tener a los demás contentos de verdad, consiste en solucionar el 'conflicto', buscando el beneficio para las dos partes buscando convertir el 'ganar/perder' en 'ganar/ganar', mientras cualquier otra posición mental va en contra el objetivo último de nuestras relaciones con los demás. Todas las demás posturas frente a la razón conllevan la necesidad de utilizar el poder y no la negociación. No se trata de darle la razón o de ceder siempre sino de saber encontrar una manera eficaz de relacionarnos satisfactoriamente con los demás.
No olvidemos que solo hay posibilidad de conflicto cuando hay intereses comunes, cuando todo o una parte de lo que nos interesa también interesa a otro o a otros (por ejemplo, en la cola del cine quiero llegar cuanto antes a la taquilla quizás con la idea de conseguir el mejor sitio de la sala, así que no queremos que se nos cuele nadie) o bien cuando lo que nos interesa interfiere total o parcialmente en los intereses de ese otro o de esos otros (por ejemplo, mi empresa tendría que estar interesada en que yo estuviera contento con mi salario para que yo tenga interés en hacer mi trabajo lo mejor que sepa y lo más rápido que pueda. Y viceversa).
Lo enriquecedor en una discusión no es la solidez de las razones que uno aporta, no es ganar o perder, lo que puede enriquecer a cada uno de los contertulios es la solidez y las ideas aportadas por las razones y puntos de vista de los otros. Por eso creo que lo mejor en las discusiones es escuchar, analizar las aportaciones de los demás y buscar los puntos débiles tanto en las razones propias como en las de los demás.
Aunque nos digan que todos somos iguales, eso es mentira. Todos debemos ser iguales ante la ley, pero todos somos distintos, no hay dos personas iguales, incluso esos gemelos que cuesta diferenciar a simple vista, son distintos. Y nos gusta que nos reconozcan por eso, por nuestras diferencias, y queremos ser tratados diferente porque lo que nos caracteriza son esas diferencias. Lo que le vale a una persona, lo que la hace sentir bien tratada, son aquellas atenciones 'especiales' que tenemos con ella, aquello que marca la diferencia de trato. Los que hemos pasado por el ejercito sabemos lo poco que nos gusta que nos traten a todos igual, como si todos fuéramos idénticos.
Y al final somos lo que somos y creemos ser. (Tendemos a reforzar la imagen que tenemos de nosotros mismos.)
Un abrazo.
(La mayor parte de este texto está sacando del libro Clientes contentos de verdad: claves para comprender a clientes y a usuarios de Joan Elias)
2 comentarios:
Yo es que te diría más... la mayor discriminación es pensar que todos somos iguales.
Los derechos y la ley son una cosa, y las personas, su forma de ser y sus circunstancias, son otra.
besos.
muchos.
envueltos.
Tatojimmy:
Pues no se me había ocurrido plantearlo así, pero creo que tienes razón, considerarnos a todos iguales no deja de ser una forma de menospreciar y por tanto de discriminar...
Muchas gracias por pasarte y por comentar.
Un abrazo.
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