Gabriel iba a ser ciclista, su padre lo era, y muy bueno además....Quería ser famoso, reconocido, ganar las carreras más prestigiosas.
Todos los días entrenaba duro, siempre concentrado en mejorar las marcas, en hacer tiempos menores, en usar técnicas para dosificar su esfuerzo y llegar más lejos....Él cuando salía a la carretera no veía ni casas, ni árboles, ni montañas, ni nubes...sólo detalles técnicos para ahorrar un segundo o hacer un kilómetro más...
Aquella mañana le tocaba ir por el llano...Apretaba rítmicamente los pedales una y otra vez, primero la pequeña cuesta, después el cambio de rasante, luego la curva...y entonces apareció un desvío que no recordaba...él ensayaba todos los caminos, no comprendía cómo nunca se había percatado de ese, aunque la curiosidad le pudo, dejó atrás la ruta que tenía planeada adentrándose por la carretera desconocida.
Varios kilómetros llevaba ya cuando fue adelantado a gran velocidad por un lujoso deportivo, y mientras lo veía alejarse, en la curva de forma violenta, se salió de la carretera, quedando medio volcado sobre el terraplén, inmovil.
Entre la nube de humo el conductor abrió aturdido la puerta, era joven, vestía con un elegante traje a la última moda.
Gabriel se acercó:
-¿Necesitas ayuda?
Muy nervioso le contestó el accidentado:
-¿Tienes móvil?
-No no tengo, cuando salgo con la bicicleta llevo lo mínimo...
No dejó casi a Gabriel terminar la frase...y con aún más precipitación siguió hablando:
-Verás, tengo un importante negocio que cerrar en una hora, con él conseguiría poner a mi empresa como líder del sector...llevo varios años persiguiendo ese objetivo. Si me falla será un gran fracaso.
Al decir esto último, su rostro era sombrío...
Como no pasaba ningún otro coche, Gabriel siguió escuchando la historia de aquel ejecutivo:
Había heredado una empresa y desde siempre su deseo había sido engrandecerla, no tenía tiempo para otra cosa que no fueran balances, acciones, reuniones. Tenía que continuar con lo que comenzó su padre, no podía defraudarle, tenía que superarle. Era ley de vida.
A lo lejos apareció un anticuado coche, cómo esos que se ven en las exposiciones de vehículos de época.
El ejecutivo le hizo señas, era tal su ansiedad por ir a su destino, que se colocó en medio de la calzada a riesgo de ser atropellado...Finalmente consiguió pararlo, sólo tenía dos asientos, ocupados por un matrimonio mayor. La mujer que iba de acompañante bajó, cogió su gran pamela para protegerse del sol y le ofreció amablemente su sitio.
El coche aceleró y se perdió tras el cambio de rasante.
-Hijo, ¿Quieres caminar conmigo hasta la próxima parada del autobús?
Gabriel asintió, cogió la bici por el manillar y empezaron a andar.
-Gracias por acompañarme, me da miedo ir sola, hoy en día la gente hay gente muy rara por ahí.
Largo era el paseo, aún así la señora, pese a lo avanzado de su edad, parecía no cansarse...y como a Gabriel le gustaba más escuchar que hablar, fue ella quién llevó la conversación.
Parecía buena persona, era despierta, simpática y muy correcta al hablar...su familia era adinerada y nunca tuvo que trabajar, su juventud la pasó aprendiendo a ser la perfecta esposa, ya que el mejor destino para una mujer como ella, era encontrar un hombre de buena posición, amable, y que la amase... Se consideraba afortunada, porque de ese modo había sucedido, él concentrado en su trabajo para mantener a su familia y ella dedicada a la casa y a sus hijos...Toda su vida había sido así.
El poste metálico indicaba la parada del autobús, Gabriel esperó a que este llegara, se despidió y siguió montado en la bicicleta su camino...Volvió a centrarse en pedalear-respirar-pedalear-respirar...así pasaron varias horas hasta que a su derecha apareció un edificio solitario. Era un restaurante.
Tenía hambre.
Entró y le pareció estar en una de esas cafeterías norteamericanas, de sillones rojos, mesas de plástico a juego y grandes ventanales con vistas a la carretera. Sólo había una chica sentada al final con la mesa a rebosar de papeles. Se sentó cerca.
La chica no paraba de mirarle mientras él comía lentamente el gran plato y refresco gigante que le habían servido. Finalmente ella preguntó:
-Hola, tu no eres de por aquí, ¿verdad?
-No, no había pasado por esta carretera antes...
-Ya me parecía, me gusta estudiar en esta mesa y nunca te había visto.
-¿Y qué estudias?
-Bachillerato
Gabriel señaló unos cuantos bocetos que había desperdigados por la mesa:
-Dibujas muy bien
-Es mi pasión, pero también mi gran duda, no se si hacer Bellas Artes o Arquitectura... debo decidir ahora, aunque temo equivocarme...elegir casi a ciegas algo que condicionará toda mi vida en el futuro...
-Sea una u otra seguro que lo harás genial...Igual que la cara de esa chica...¡se repite en casi todas tus láminas!... ¡Es preciosa!
La estudiante se sonrojó:
-Es una larga historia...representa a alguien quien por no decidirme a dar el paso, desaparecío para siempre...Pero no importa, es el pasado. ¿Te gusta la danza?
-No sé bailar
Ella rió:
-No se trata de que bailes...Es si quieres venir conmigo a un espectáculo de danza. Tengo dos entradas....
-No creo que me guste, nunca he ido a ninguno.
-Y entonces ¿cómo sabes que no te gusta?
-Porque eso no va mucho conmigo...lo mío es el deporte, la competición.
-Pues deberías darle una oportunidad, quizás descubras nuevas sensaciones, que nunca experimentarías si no vas.
Gabriel quedó pensativo un rato hasta que finalmente dijo:
-Puede que tengas razón...Iré.
El teatro era un edificio pequeño y modesto pero cuidado. El escenario estaba iluminado sólo por las candilejas y un foco.
Se apagaron todas las demás luces y el murmullo del público fue calmándose poco a poco, hasta que salió él:
Un bailarín, ágil, ligero y de cara sonriente.
De un salto se colocó en el centro del escenario, y al alzar sus brazos otros dos focos alumbraron respectivamente a un pianista y una violinista. Empezó la música.
Gabriel disfrutaba con cada uno de aquellos giros, saltos, y la expresividad de todos sus movimientos que no parecían ir al ritmo de la música, pero sin embargo eran la visualización de ésta, como si las notas y el chico fueran lo mismo...Recordaba la suavidad con la que una pluma flota en el aire.
Le transmitió tanto el espectáculo, que al terminar espero a que el bailarín saliera haciendo algo que jamás antes hubiera hecho con alguien desconocido: Le abrazó
-Gracias a tí he descubierto la belleza y la pasión.
El bailarín sin contestar nada, cogió a Gabriel por la cintura lo levantó haciéndolo girar en el aire, y cuando lo devolvió al suelo, muy sonriente le hizo una reverencia.
Era tarde, debía marchar a casa si no quería que se hiciera de noche.
Ahora iba más despacio, recordando a las personas que acababa de conocer, sus historias...
El ejecutivo dedicado enteramente al trabajo en cuya vida no había espacio para la amistad, al amor, los pequeños placeres... ¿Era consciente a lo que estaba renunciando?
Aunque también estaba quien no se planteaba que hubiese existido otra opción para si misma ¿Como hubiese sido la vida de aquella señora si hubiese experimentado la verdadera independencia?
Pero decidir es muy complicado, pensaba en la estudiante, tan consciente de las múltiples opciones, y tan perdida a la vez, ¿Si hubiese sido más decidida aquella chica que vivía en sus láminas sería real?
Y finalmente el bailarín, gracias a él, por casualidad, había descubierto algo, la danza, que le había llegado a lo más profundo de su ser...¿Cuántas cosas desconocidas habría que pudieran gustarle y disfrutar de ellas si supiera de su existencia?
Es fácil analizar y ver en los demás sus errores y aciertos, pero... ¿y él mismo, Gabriel? ¿Era dueño de su destino? ¿Realmente sabía lo que implicaban sus decisiones?
Sumido en estos pensamientos, casi sin saber cómo, había llegado a casa. Se dió cuenta que estaba muy cansado.
A la mañana siguiente quiso volver a ir por la misma carretera, pero el desvío para cogerla había desaparecido.
Todos los días entrenaba duro, siempre concentrado en mejorar las marcas, en hacer tiempos menores, en usar técnicas para dosificar su esfuerzo y llegar más lejos....Él cuando salía a la carretera no veía ni casas, ni árboles, ni montañas, ni nubes...sólo detalles técnicos para ahorrar un segundo o hacer un kilómetro más...
Aquella mañana le tocaba ir por el llano...Apretaba rítmicamente los pedales una y otra vez, primero la pequeña cuesta, después el cambio de rasante, luego la curva...y entonces apareció un desvío que no recordaba...él ensayaba todos los caminos, no comprendía cómo nunca se había percatado de ese, aunque la curiosidad le pudo, dejó atrás la ruta que tenía planeada adentrándose por la carretera desconocida.
Varios kilómetros llevaba ya cuando fue adelantado a gran velocidad por un lujoso deportivo, y mientras lo veía alejarse, en la curva de forma violenta, se salió de la carretera, quedando medio volcado sobre el terraplén, inmovil.
Entre la nube de humo el conductor abrió aturdido la puerta, era joven, vestía con un elegante traje a la última moda.
Gabriel se acercó:
-¿Necesitas ayuda?
Muy nervioso le contestó el accidentado:
-¿Tienes móvil?
-No no tengo, cuando salgo con la bicicleta llevo lo mínimo...
No dejó casi a Gabriel terminar la frase...y con aún más precipitación siguió hablando:
-Verás, tengo un importante negocio que cerrar en una hora, con él conseguiría poner a mi empresa como líder del sector...llevo varios años persiguiendo ese objetivo. Si me falla será un gran fracaso.
Al decir esto último, su rostro era sombrío...
Como no pasaba ningún otro coche, Gabriel siguió escuchando la historia de aquel ejecutivo:
Había heredado una empresa y desde siempre su deseo había sido engrandecerla, no tenía tiempo para otra cosa que no fueran balances, acciones, reuniones. Tenía que continuar con lo que comenzó su padre, no podía defraudarle, tenía que superarle. Era ley de vida.
A lo lejos apareció un anticuado coche, cómo esos que se ven en las exposiciones de vehículos de época.
El ejecutivo le hizo señas, era tal su ansiedad por ir a su destino, que se colocó en medio de la calzada a riesgo de ser atropellado...Finalmente consiguió pararlo, sólo tenía dos asientos, ocupados por un matrimonio mayor. La mujer que iba de acompañante bajó, cogió su gran pamela para protegerse del sol y le ofreció amablemente su sitio.
El coche aceleró y se perdió tras el cambio de rasante.
-Hijo, ¿Quieres caminar conmigo hasta la próxima parada del autobús?
Gabriel asintió, cogió la bici por el manillar y empezaron a andar.
-Gracias por acompañarme, me da miedo ir sola, hoy en día la gente hay gente muy rara por ahí.
Largo era el paseo, aún así la señora, pese a lo avanzado de su edad, parecía no cansarse...y como a Gabriel le gustaba más escuchar que hablar, fue ella quién llevó la conversación.
Parecía buena persona, era despierta, simpática y muy correcta al hablar...su familia era adinerada y nunca tuvo que trabajar, su juventud la pasó aprendiendo a ser la perfecta esposa, ya que el mejor destino para una mujer como ella, era encontrar un hombre de buena posición, amable, y que la amase... Se consideraba afortunada, porque de ese modo había sucedido, él concentrado en su trabajo para mantener a su familia y ella dedicada a la casa y a sus hijos...Toda su vida había sido así.
El poste metálico indicaba la parada del autobús, Gabriel esperó a que este llegara, se despidió y siguió montado en la bicicleta su camino...Volvió a centrarse en pedalear-respirar-pedalear-respirar...así pasaron varias horas hasta que a su derecha apareció un edificio solitario. Era un restaurante.
Tenía hambre.
Entró y le pareció estar en una de esas cafeterías norteamericanas, de sillones rojos, mesas de plástico a juego y grandes ventanales con vistas a la carretera. Sólo había una chica sentada al final con la mesa a rebosar de papeles. Se sentó cerca.
La chica no paraba de mirarle mientras él comía lentamente el gran plato y refresco gigante que le habían servido. Finalmente ella preguntó:
-Hola, tu no eres de por aquí, ¿verdad?
-No, no había pasado por esta carretera antes...
-Ya me parecía, me gusta estudiar en esta mesa y nunca te había visto.
-¿Y qué estudias?
-Bachillerato
Gabriel señaló unos cuantos bocetos que había desperdigados por la mesa:
-Dibujas muy bien
-Es mi pasión, pero también mi gran duda, no se si hacer Bellas Artes o Arquitectura... debo decidir ahora, aunque temo equivocarme...elegir casi a ciegas algo que condicionará toda mi vida en el futuro...
-Sea una u otra seguro que lo harás genial...Igual que la cara de esa chica...¡se repite en casi todas tus láminas!... ¡Es preciosa!
La estudiante se sonrojó:
-Es una larga historia...representa a alguien quien por no decidirme a dar el paso, desaparecío para siempre...Pero no importa, es el pasado. ¿Te gusta la danza?
-No sé bailar
Ella rió:
-No se trata de que bailes...Es si quieres venir conmigo a un espectáculo de danza. Tengo dos entradas....
-No creo que me guste, nunca he ido a ninguno.
-Y entonces ¿cómo sabes que no te gusta?
-Porque eso no va mucho conmigo...lo mío es el deporte, la competición.
-Pues deberías darle una oportunidad, quizás descubras nuevas sensaciones, que nunca experimentarías si no vas.
Gabriel quedó pensativo un rato hasta que finalmente dijo:
-Puede que tengas razón...Iré.
El teatro era un edificio pequeño y modesto pero cuidado. El escenario estaba iluminado sólo por las candilejas y un foco.
Se apagaron todas las demás luces y el murmullo del público fue calmándose poco a poco, hasta que salió él:
Un bailarín, ágil, ligero y de cara sonriente.
De un salto se colocó en el centro del escenario, y al alzar sus brazos otros dos focos alumbraron respectivamente a un pianista y una violinista. Empezó la música.
Gabriel disfrutaba con cada uno de aquellos giros, saltos, y la expresividad de todos sus movimientos que no parecían ir al ritmo de la música, pero sin embargo eran la visualización de ésta, como si las notas y el chico fueran lo mismo...Recordaba la suavidad con la que una pluma flota en el aire.
Le transmitió tanto el espectáculo, que al terminar espero a que el bailarín saliera haciendo algo que jamás antes hubiera hecho con alguien desconocido: Le abrazó
-Gracias a tí he descubierto la belleza y la pasión.
El bailarín sin contestar nada, cogió a Gabriel por la cintura lo levantó haciéndolo girar en el aire, y cuando lo devolvió al suelo, muy sonriente le hizo una reverencia.
Era tarde, debía marchar a casa si no quería que se hiciera de noche.
Ahora iba más despacio, recordando a las personas que acababa de conocer, sus historias...
El ejecutivo dedicado enteramente al trabajo en cuya vida no había espacio para la amistad, al amor, los pequeños placeres... ¿Era consciente a lo que estaba renunciando?
Aunque también estaba quien no se planteaba que hubiese existido otra opción para si misma ¿Como hubiese sido la vida de aquella señora si hubiese experimentado la verdadera independencia?
Pero decidir es muy complicado, pensaba en la estudiante, tan consciente de las múltiples opciones, y tan perdida a la vez, ¿Si hubiese sido más decidida aquella chica que vivía en sus láminas sería real?
Y finalmente el bailarín, gracias a él, por casualidad, había descubierto algo, la danza, que le había llegado a lo más profundo de su ser...¿Cuántas cosas desconocidas habría que pudieran gustarle y disfrutar de ellas si supiera de su existencia?
Es fácil analizar y ver en los demás sus errores y aciertos, pero... ¿y él mismo, Gabriel? ¿Era dueño de su destino? ¿Realmente sabía lo que implicaban sus decisiones?
Sumido en estos pensamientos, casi sin saber cómo, había llegado a casa. Se dió cuenta que estaba muy cansado.
A la mañana siguiente quiso volver a ir por la misma carretera, pero el desvío para cogerla había desaparecido.
3 comentarios:
Me encanta, simplemente me encanta, no encuentro adjetivos para describir lo que pienso de esta historia, una lección de vida.... sí :) Un 10
La vida siempre nos da sorpresas, y nos hace meditar de algunas cosas que suceden casi sin darnos cuenta. Por eso es importante disfrutar de cada momento, y ofrecer nuestra amistad y ayuda a los demás... Quién sabe, tal vez esas personas sean ángeles, jejeje. UNA HISTORIA CAUTIVADORA.
Me ha encantado la historia y lo bien que la has narrado y sobretodo me ha gustado esa reflexión final.
Un abrazo.
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