El vicio griego, hoy



Me decían que Oxford se parecía a los lugares donde se rodó la película de Harry Potter pero yo aún no había visto nada que lo confirmase. Eché a andar hacia el sureste de la ciudad. El día era soleado aunque de vez en cuando caía el sirimiri británico, famoso entre los de su especie. Caminaba sin rumbo, sólo quería relajarme y escuchar algo de música.

Tras media hora salí del centro turístico y universitario de la "ciudad" (llamarlo pueblo sería atacar el honor de sus habitantes), y tenía tan metida en la cabeza la música que mi mayor deseo, para entonces, fue el de encontrar un lugar alejado de todo el mundo donde dar rienda suelta a las cuerdas vocales sin que nadie se asustase ni me molestara.

Crucé un puente, luego otro más pequeño. Estos ingleses suelen plantar árboles a la orilla de todos sus ríos para, supongo, dar una sensación de terrenos más compactos y racionales. El asunto es que cuando crucé el puente pequeño me encontré en una explanada verde donde varios universitarios jugaban a algo que me recordó el polo (aunque no tenían caballos) y varias familias de picknick, con los niños corriendo de un lado hacia otro.

Quise seguir andando hasta perderme entre los arbolitos de la dichosa compactación, pero ya bien temiendo mancharme de barro o caerme de bruces al río, dejé mi aventura para otro año u otra vida. Sin divisar troncos partidos donde sentarme y descansar, que en España suelen aparecer cada dos por tres, tuve que volver a la explanada universitaria o Recreation Ground, como dicen ellos.

Ahí pude cantar algo, aunque temí que se me escuchara desde el otro lado de la extensión. Saqué mi mapa de la ciudad, no para mirarlo sino para ponerlo en la húmeda superficie. Encima de él me senté yo.

Así pasé media hora, no canté mucho porque no tenía ni fuerzas ni ganas, además había perdido muchas habilidades, no en vano llevaba dos semanas y media sin entrenarme. Así que me dediqué a contemplar la nada, luego a los universitarios y a las familias que ya iban recogiendo tras una jornada fuera de sus domicilios.

A lo lejos apareció un hombre de unos 45 años, delgado y algo demacrado, caminaba sin prisa, vestía como cualquier señor de su edad, parecía solitario (como yo) y compungido por algo, aunque a 150 metros no era yo capaz de verle mejor. De todos modos me olvidé de él rápidamente. El señor bordeaba el río y como yo me encontraba en una esquina sobresaliente de la explanada le perdí de vista tapado como estaba por la arboleda.
Durante dos minutos pasé de señores y de señoras y volví a mis pensamientos, pero recordé al hombre: ¿había desaparecido o seguía rodeando por los árboles, vedada mi vista por ellos mismos?.

No tardé mucho en descubrir la verdad. El hombre había proseguido su paseo bien pegado al río, cuando apareció a 10 metros de mí yo no podía imaginar que iba a pasar tan cerca y, por supuesto, no sabía qué hacer ni qué decir, ni si moverme o quedarme sentado. Opté por esto último.

El buen hombre, lejos de seguir con su paseo, pareció fijarse en mí y tomó la decisión de sentarse a metro y medio a mi derecha, lejos de la vista del resto del recreation ground oxfordiano. Yo no me esperaba que tuviese la intención de charlar conmigo nadie de otro país, y menos viéndome como estaba alejado de la mano de dios, rehuyendo cualquier contacto humano al menos por unas cuantas horas.
A ver qué le decía yo...

Se sentó, yo fijé mi vista en él y dejó de mirarme de sopetón para dirigir su atención a la misma nada que yo había estado antes contemplando durante media hora. Me saludó amablemente y le respondí, su inglés era mucho menos cerrado que el de cualquier londinense, él no fue consciente de que yo era extranjero hasta que no abrí la boca. Enseguida me preguntó que de dónde era. Le respondí. Se acercó un poco más hacia mí, yo sabía que su intención era seguir la conversación, poquito a poco ir acercándose más hacia mí y, a partir de ahí, no tengo idea de qué... dejé volar la imaginación y me vi, cinco minutos después de ese instante, bajo el abrazo de ese hombre que no me disgustaba pero que no me atraía por ser demasiado mayor para mí.
Al parecer a él le importaba bien poco la diferencia de edad y quería probar, sin palabras, si yo ponía alguna objeción.

En los minutos de conversación que tuvimos pude notar en su voz un resentimiento agudísimo, una antropofobia agravada por años de soledad o de desprecio de su mujer, un amor por las personas jóvenes fruto (quizá) de una adolescencia complicada y llena de sueños rotos que hicieron de él un hombre con las reservas de esperanza y optimismo vacías. No hizo falta que me dijese nada, yo lo sabía todo. Sabía cuáles eran sus intenciones, sabía que le gustaba y sabía que si seguía yo ahí un rato más terminaría por acercárseme del todo. Sabía que ese hombre daba paseos diariamente y que contemplaba a las parejas y a los jóvenes a lo lejos, jugando en grupo. Sabía que les envidiaba y que deseaba volver a esa edad donde nada importa y todo vale, al mismo tiempo.

Era yo consciente de que este hombre, como Gustav von Aschenbach de "Muerte en Venecia" sabía de belleza, sabía discernir entre aquello hecho para ser amado y aquello que sólo servía para causar angustias y calamidades. Sé que ese hombre era filósofo habida cuenta de que, aun no buscando la verdad, sí buscaba la respuesta a sus inquietudes existenciales... buscaba ser amado.

Ese día, nuestro amigo, armado de fuerza y valor renovados decidió sentarse junto al joven moreno de pelo largo y solitario que escuchaba música, en paz, con los ojos cerrados, a la sombra de los fresnos del río.

. . .

(me había levantado del sitio dispuesto a marcharme)

Se despidió de mí deseándome "suerte en mi vida". Yo no encontré la manera de expresar mis buenos deseos a pesar de no poder corresponder en ese mismo instante a lo que él verdaderamente buscaba. Me pregunto qué hay de malo. Qué hay de malo en llorar por la belleza, provenga esta belleza de donde provenga. Qué hay de malo en querer tener una relación con una persona menor de edad, máxime si todo se hace desde el respeto y la -por descontado- permisión del menor.

Muchos hombres viven aterrorizados porque la sociedad ve su tendencia sexual como algo delictivo, repugnante y tabú; ellos no quieren hacer daño a nadie y mucho menos abusar.
Me pregunto si somos verdaderamente conscientes de que lo que antes ocurría al colectivo gay en general ahora está sucediendo -exactamente igual- a los pedófilos.
La pedofilia no es un delito... sentir amor por alguien no es delinquir. La pederastia sí lo es: abusar de alguien sin su consentimiento, y más aún si es menor de edad, es en mi opinión el peor de los delitos.

Si estamos viviendo un cambio de ciclo y una liberación sexual completa tendremos indudablemente que llegar, tarde o temprano, a recuperar las fórmulas de amor platónicas; formas sexuales que se practicaban abiertamente y siempre con el permiso oficial del Estado y del resto de la sociedad.

Volvamos al Banquete, claro, pero siempre bajo nuestra propia responsabilidad y voluntad.

11 comentarios:

Josep Peaceforever dijo...

Evidentemente el delito es el abuso, el forzar a cualquier persona a hacer algo que no quiere ni desea hacer. Pero para mí está claro que las diferencias de edad no tienen más importancia que la que tu le quieras dar. Hay jóvenes que prefieren a los adultos, y adultos que prefieren a los jóvenes... Y solo es cuestión de que se encuentren. No veo ninguna razón para oponerse a ello.

Un abrazo

Max dijo...

Yo no puedo considerar a un pedófilo alguien normal, porque no lo es. Es un enfermo que necesita ayuda psicológica. No es normal que una persona adulta sienta atracción por menores de edad. Un adulto que sienta atracciones hacia menores es recomendable que vaya al psicólogo y que entre en tratamiento. Con esto no quiero decir que tenga que ser acosado ni nada de eso.

Ahora, si abusa de un menor o tienen relaciones (sean amorosas o sexuales), tenga o no el consentimiento de un menor, debe ir a la cárcel. Porque eso no se debe consentir y la justicia tiene que poner parte sobre ello.


Y yo soy de los que dice que no importa la edad. Pero un adulto no puede estar con un menor.

Y ser homosexual o heterosexual no tiene nada que ver con la pederastia, ni está al mismo nivel. No es lo mismo un heterosexual u homosexual que está con alguien mayor de edad o cercano a su edad, que un adulto que está con un niño o una niña que es menor de edad.

Un fuerte abrazo.

Max

Seu dijo...

Ciertamente un tema muy espinoso. Me ha hecho pensar mucho.
Gracias =)

Muy buen post.

Flecha Azul dijo...

Muy interesante!!...de verdad...

Nunca me lo había planteado desde ese punto de vista pero, cierto, si existe consentimiento y respeto ¿por qué condenarlo?

eGeo dijo...

Pregunto a Max: ¿entonces según tú se debería juzgar igualmente a un adulto que abusa de un niño que a un adulto que se siente atraído por la belleza de la juventud?

Puestos a juzgar, ¿no son cosas diferentes?.

Por lo demás, no veo que argumentes tu posición más allá del "no pueden estar": ¿quién decide quién tiene que estar con quién?.

Gracias a todos por vuestros comentarios, que no me suelo pasar mucho por aquí... :)

Valkan Smith dijo...

Sin duda un tema controvertido y bastante interesante. Uno se queda pensando como se les trataba antes a los homosexuales y piensa en que todo es muy similar, pero... haha hay que pensarlo (:

Max dijo...

Yo no he dicho en ningún momento que un pederasta que no ha abusado tenga que ser juzgado, insultado o excluido. El no tiene culpa de ello. Lo que he dicho es que tiene un problema, y ese problema se soluciona yendo al psicólogo.

Otra cosa distinta es permitir que un pederasta mantenga una relación afectivo-sexual con un menor. Un menor necesita el permiso de sus padres para cualquier cosa, un menor depende de sus padre. Un menor está en pleno desarrollo y es fuertemente influenciable. Un menor es fácilmente manipulable. ¿Por qué los menores tienen que estar bajo la tutela de un adulto? pues porque son jóvenes, se están desarrollando y no saben lo que quieren. Un menor, para crecer, necesita estar con personas de su edad. Según lo que dices, también habría que permitir que los menores fumasen, bebieran alcohol, pudieran tomar drogas, ir a prostíbulos, que condujeran automóviles, se hicieran operaciones de estética a cualquier edad sin el permiso de los padres... El Estado tiene que proteger a los menores, ya que los menores son las generaciones del futuro, el futuro y desarrollo de un país reside en las nuevas generaciones.

No entiendo cómo se puede estar a favor de que un menor de 5, 8 ó 14 años salga con un adulto que podría ser su padre.

Y en el caso de que un adulto abuse de una menor, esto debe ir a los tribunales. Los abusos se pueden desarrollar de muchas maneras. La manipulación o lavado de cerebro y la violación, por ejemplo.

Max dijo...

El desarrollo y crecimiento físico de una persona no termina hasta los 18 ó 21 años. Nuestro desarrollo mental y formación de nuestra personalidad no termina hasta los 18 años más o menos.

Esto no lo digo yo, lo dicen los científicos.

Por eso a una persona que tiene más de 18 años puede hacer con su vida lo que le da la gana, siempre que no afecte a terceros. Un menor no está desarrollado completamente, por lo que en ciertas cosas no puede tomar sus propias decisiones.

Max dijo...

Un adulto puede tener 50 años y estar con alguien de 18 años, si este quiere está con él. Pero alguien de 50 años no puede estar con un menor de edad.

Z dijo...

el problema está en que se supone que un menor de edad no está capacitado para valorar adecuadamente a qué se expone en muchos terrenos, incluyendo en eso el sentimental. No me voy a meter a opinar sobre eso, simplemente digo que es la justificación que a los hechos se les da. Ahora bien, que alguien de 50 años esté con alguien de 20 me parece igual de escandaloso que que alguien de 40 lo esté con alguien de 17.

eGeo dijo...

Entonces, Max, tú también irías en contra de la ley, ¿no?, porque en España la edad de consentimiento sexual es de 13 años.

De todos modos se puede ser pedófilo (este es un caso muy común) y no tener relaciones con nadie de esas edades, no tengas ese concepto de la pedofilia (o boy-lover) tan estrecho.

Por otro lado, dudo mucho que un menor no esté suficientemente capacitado para eso, con ya 11 o 12 años se es consciente de muchas cosas... incluso hay asesinos con esas edades, ¿quién no desearía que esos asesinos juveniles tuviesen mayor pena carcelaria? (por mi parte no, porque no considero que meter en la cárcel a alguien sirva para nada).

Esto es todo muy relativo, hoy también aparecen chicos preadolescentes que sienten que no están en su cuerpo y deciden cambiarse de sexo con esas edades.

Mi pregunta es: ¿quienes somos nosotros para decidir por ellos?, ¿a lo sumo no tendrían que ser sus padres los que decidiesen?, ¿son todos los casos iguales?. Ojo, Max, con lo que digan los científicos; un científico no tiene derecho a regular tu vida por muy "antinatural" que sea lo que hagas o por muy en crecimiento que estés.

Bueno, parece que estoy haciendo una defensa de esto y nada que ver, simplemente he descrito una realidad y he planteado un problema que ha hecho reflexionar a algunos, con eso me doy por satisfecho ya que este blog también sirve para eso :)

Bueno, más allá de estas preguntas, os agradezco a todos vuestros comentarios :)

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